la voz reptando
y el aliento arquea los látigos de las vísceras
los ojos caracoleando
y la piel se desliza por la penumbra de los huesos
las flores zambulléndose
y las espirales se transforman en el interior de las manos
el fuego alunizando
y las yemas pestañean en los vértices del cuello
no hay meta
hay don de fluir