27 abril 2011
Pistas para reconocerme
Mis ojos se sueltan y soy marino dando extremos golpes de timón en la tormenta que se desata
Mi corazón se suelta y me brotan alas y vuelo libre, planeo y amo con los caprichos del viento
Mi pecho se suelta y soy corriente salvaje que electrocuta la boca del mundo en cada exhalación
Si es mi barriga la que se suelta, me vacío
se cierran las puertas mientras
la luz se arrincona en el suelo
escuece el aire que escasea
se anuda la mente en piedra
se agria la saliva
en mi cuerpo no cabe alimento
sólo hay abismo como sentimiento
[Pintura: Peterio]
Grabando mi nombre en una bala - 77
Grabando mi nombre en una bala - 76
Tratamiento de elevación de pensamiento
Hoy es otro precioso día sobre la Tierra y vamos a vivirlo con alegría.
Ahora escojo disolver los pensamientos destructivos o negativos.
Ya no escucho ni participo en conversaciones perjudiciales.
Hoy nadie puede dañarme porque me niego a creer que me puedan dañar.
Me niego a dejarme llevar por emociones dañinas por muy justificadas que parezcan.
Me elevo por encima de todo lo que intente enojarme o infundirme temor.
Los pensamientos destructivos no tienen ningún poder sobre mí.
La culpa no cambia el pasado.
Pienso y digo sólo lo que quiero que se convierta en realidad en mi vida.
Y soy capaz de llevar a cabo cuanto me proponga.
Somos uno con el Poder que nos ha creado.
Estamos seguros y a salvo y todo está bien en mi mundo.
Así Es. Gracias Amado Universo.
[Louise Hay]
[Ilustración: Nicoletta Ceccoli]
Este abismo sin bordillo al que agarrarme
Este abismo sin bordillo al que agarrarme
este agujero que sólo sabe tragar
este infinito con filos cortantes
este impulso de sólo querer sangrar
este vivir que oxida mis bisagras
este nudo de voz que me consume y se desgarra
este hilo de ojos turbios que me acompaña
este quejido roto de mi mano como guitarra
este corazón que se asoma al sol y se arruga
este andar bajo la lluvia de tu pelo que enmaraña
este ser yo más tú indisoluble y constante
este racimo de espadas atado a mi paso de oruga
este aprendiz de bombero sin agua
este rascacielos que cae con el sismo de tu pestañeo
este nadar entre pilares que no fraguan
este querer disolverme en cada página del aroma que sólo contigo leo
este esfuerzo sobrehumano para disolverte en mi, para integrarte
para regar tu semilla tan profunda que me llevo
para plancharte en las paredes de mis venas
para dejar de extrañarte como un alma en pena
para apartar este sentir que me apuñala traicionero
para espantar este sentimiento único
para poder vivir en mí y así poder sentir '¿quién sabe si...?'
para contemplar sereno todas las posibilidades sin disfrazarlas de muerte
para abrigarme los días con tu recuerdo convertido en mi buena suerte
para hacer el amor con las brasas de cada palabra tuya que, como siempre, cada día, inevitablemente, me asalte
para tatuar tus ojos en los míos para verte sin verte si al final de este interminable final, resulta que tendré que soportar no poder verte jamás
para que cuanto te vistas con mis párpados como falda pueda mirarte bailar y sonreír porque por fin te sé amar.
[Pintura de René Magritte]
Sobreviviéndome
Asumo tu desaparición. Recojo tus recuerdos en un ramillete de ausencia y lo clavo en mi pecho como broche final. Final. Sabes cuánta gracia nos hizo siempre esta absurda palabra. Final. Sembrados en cualquier final aspiramos al futuro como una sombra aspira a la luz en el amanecer.
Asumo que tu boca perfilada de verso sangriento no va a venir a besarme nunca más. Que las huellas calientes de tus labios no recorrerán el firmamento de mis piernas abiertas. Nunca más.
No sé a qué viene repetirlo todo de nuevo, de diferente manera, no sé para qué te reclamo desde esta perdición que me extravía entre todos los pensamientos que me conducen a ti, ángel, ángel inenarrable. Ángel invisible que riegas con tu intangibilidad cada metro cuadrado de presencia que habita mi cuerpo, mi fracaso, mi derrota. No. No lo sé. Y aun así abro la boca, la mano sólo para continuar describiendo que echo de menos haberte amado para siempre, que echo de menos haberte guardado en una cajita de silencio donde pronunciarte en susurros cada día, cada puto día de esta vida que me consume...
Que echo de menos haberte abrazado sin miedo mientras nos lanzábamos a la boca abierta del precipicio.
No sé por qué este cuerpo de niña sigue sin crecer ansiando los recovecos de tus alas imposibles. Ni qué sentido tiene que siga existiendo en este maremágnum de palabras sin vida que llevar a cabo.
Asumo que tu sonrisita de suficiencia malévola e infantil no va a rescatarme de la tragedia de sobrevivirte. Que mi pesadilla intermitente de recordarte, olvidarte, soñarte sólo concluirá si algún día consigo finalmente morir.
Me duele existir sin la presencia escalofriante de tu cuerpo rodeando el infinito de mis gestos, el sinsentido de mi nacimiento. Me duele existir si tu voz no me acuna en un lecho de palabras trenzadas que me prometan tu regreso. Tu regreso.
Echo de menos haberte salvado de una vez por todas sobre la ola náufraga que nos aupaba sobre todos los mundos posibles. Echo de menos haberte estrujado en un abrazo inconmensurable producto del cual nuestros corazones exprimidos hubieran teñido el mar de delirio, imposibilidad y sentido definitivo.
Te echo de menos tanto como si algún día, realmente, hubiéramos estado juntos, juntas. Como si algún día se hubiera producido el encuentro...
Asumo que nunca vas a comerme de un bocado de lujuria incontrolable, que nunca ejecutarás el paso de baile que te saque de la tumba que te encarcela en el cielo. Arrodillada frente a tus latidos, asumo que nunca volverás para cumplir la promesa. Que nunca abortaremos el hijo que nos narre...
Te amo tanto que sería capaz de renunciar a mi amor por ti, sólo por volver a mirarte una vez más a esos ojos de taquicardia, a esos ojos de misterio irresoluble...
[Ojos de taquicardia - Alberto Trinidad]
Las llaves
Suscribirse a:
Entradas (Atom)