Me agarra por la cintura sin pedirme permiso
y no me quejo
agradezco su empuje acompasando mis pies a los suyos
soltando los músculos me acuesto sobre su aliento
y nos deslizamos por mis rincones
charcos, cuadernos, ventanas
imparable como el último vagón del día
como quien fotografía cadáveres en la periferia
como el que apura sus horas antes de la ejecución
pretende mostrarme todo lo que pierde el corazón al sacudirme el barro de los pies
día a día la voy acostumbrando a no tener que copular siempre en el centro de la cama
a poder acariciarnos las manos sin las manos
a poder sonreír escondiendo el sabor a dudas
ya sabe dar los besos de buenas noches sin rabia
ya sabe serpentear por mi tripa sin confundir el miedo con el hambre
me sigue vendiendo esos malditos espejos que nublan la vista para ver mejor
y jugamos a adivinar cómo será el próximo azote del viento
mientras tocamos cada vértebray escuchamos los chasquidos
no queda otra que respirar
me lo agradece cada vez que nos vemos en la oscuridad
anida entre mis huesos
dormimos juntos
como siameses