Emerges de mis páginas se asoma el trío de tus caras arden mis zapatos en cada escalón las entrelíneas vibran hasta convertirse en tu vagina
Abro los ojos muevo el aire cae la luna a mi lado
La llamo con verdes palomas-blancas que vuelan lentas como la miel de leche de mis manos a mi boca de mis bocas a mi mano
Dulcemente se me acerca me susurra cuentos que ya conoce y yo, sin saberlo, también conozco ella se gusta e improvisa hace que se los inventa
Y así me regala noches con más luz que mil días posa su corazón en mis lunas aportando el movimiento con aromas extraños de aquí cerca con familiares sabores de allá a lo lejos
Y hace levantar el vuelo a mis alas de espejos y entonces me estiro y soy inmenso y creo todo el universo desde mí, con nosotros, para mí.
Acabo de verlo ahora mismo mi luna estaba en el váter llena y lúcida con su blanca frialdad y su cráter y esa luz peculiar que protege la cara oculta que late.
y en el espejo allí estaba mi lobo, mirada fija en el cristal atrapada.
Y entre él y yo un rumor el silencio ahogado subiendo de un mundo común, corrientes de agua que todo lo arrastra un río profundo serpiente del subsuelo eco abatido y calmado rotundo herido y feroz
puede que fuera un dolor de una vida con rastros inmundos en las afueras goteando en algún contenedor nauseabundo
quizás la furia de mares vinagre y sangre que a las rocas disputa las costas de su yo más moribundo
Acabo de verlo ahora mismo hace tan sólo un segundo demasiado familiar para no ser un espejismo
La vida dura demasiado poco. No da tiempo a hacer nada. No hay manera de reunir los suficientes días para enterarte de algo.
Te levantas, abrazas a tu novia, desayunas, trabajas, comes, duermes, vas al cine, y ni siquiera tienes un momento para leer a Séneca y creerte que todo tiene arreglo en este mundo.
La vida es un instante. No me explico por qué esta noche no se acaba nunca.
No conozco a nadie que en el fondo no se sienta inferior a su propio ordenador, que no ponga cara de idiota cuando sin saber por qué, de pronto el aparato se bloquea, el cursor deja de obedecer al ratón, la pantalla se apaga y todo el trabajo se pierde en el bosque informático poblado de malvados enanitos. A las radios, televisores y otros cacharros antiguos bastaba con darles un puñetazo para que volvieran a funcionar, pero frente a la rebeldía del ordenador no sirve de nada aporrear con odio el teclado. En este caso, según aconsejan los técnicos, la única solución consiste en resetear, esto es, en apagar e incluso en desenchufar por completo el sistema y en volverlo a encender para que todo empiece de nuevo. Pues bien, resetear es hoy una acción casi mística, que cada cual debería aplicar también a su propia vida cuando uno se siente muy mal, pero no sabe qué le pasa. Volver siempre al principio es una fórmula budista de absoluta actualidad. Cuando arrastrado por la corriente política, con los años te has vuelto en un tipo esquinado de extrema derecha con el pelo teñido de azabache, si te reseteas, puede que vuelva a emerger del pasado aquel chico solidario, ecologista, que quería librar al mundo de la injusticia universal. Cuando el tedio ha desactivado la pasión que sentías por un amante ya gastado, si te reseteas, puede que recuperes aquel novio nunca olvidado del todo o aparezca en el horizonte otro más joven, más guapo y más simpático. Cuando tu cuerpo con la edad se ha convertido en una ruina y no sin razón te crees amortizado para el sexo, si te reseteas, puede que seas aún más feliz dedicándote a la erudición y a cazar mariposas como Nabokov. Cuando uno era una hormiga petulante que creía que este planeta no corría ningún peligro con las centrales atómicas, si te reseteas, tal vez pensarás que la energía limpia se deriva de una inteligencia clara y entonces te harás un militante antinuclear. Cuando te duelen cosas que antes no te dolían y tampoco sabes qué va a ser del mundo ni de ti en el futuro, vete a la cama. Uno se resetea todas las noches durante el sueño. El cerebro se apaga, pone en orden los cables y de ti depende encenderlo cada mañana para ver el sol en la ventana como si fuera la pantalla del ordenador de nuevo iluminada.
[Resetear - Manuel Vicent]
Mil bolas de luz Mil bolas de luz para matar cada ilusión puesta al final esta verdad se vuelve mal claro es el fin juntos los dos....
¿Dónde perdí aquella poción para volar y conseguir no llorar más? creo que eras tú que todo empezó esta intensidad este calor ¿dónde perdí el resplandor?
Y esa razón que se pudrió entre tu voz y la cantidad que aceptas por dar besos de error y una canción que te escribí cuando soñé...
Que entre los dos era mejor sentirse mal y te llamé para intentar llegar hasta ti casi sin tocar el suelo y volar para poner datos a cero y reiniciar...
vida como acto creativo apasionante que se moldea cada día
jugar al teatro sin ensayo ni guión sin poder retroceder ni avanzar más allá
juego de improvisación
buscar mi luz
cuatro reglas y a participar a crear
y se crea todo día a día
hoy empieza todo
toda la vida es ahora
todo a disposición en el baúl del instante
crear brotar en el campo recién hallado y sembrado
la potencia creativa se activa sobre lo que no se comprende en cuanto aparece la razón se consume el caldo de cultivo y se esfuma el ingenio creativo
crear es preguntarse aproximaciones ir y venir vaivenes de experiencias pasos en el vacío saltos embriagados al borde del precipicio acariciar las grietas que se abren al abismo
vida como obra que crece con las horas
vida como arte
arte como sospecha acercamiento a tientas manos ciegas agitando la niebla que emana del tiempo