26 julio 2010

Lo inesperado está sólo en lo poseído



Te quiero cuando voy a desprenderme
y la soledad me aplasta más que la gravedad
contra el sonido constante del avión
que a veces se hace irregular
para que tiemble el abismo
no el abismo del aire sino
en su vertiginosa y profunda caída en el tiempo

porque las noches son lagunas
en las que me asomo bocabajo
en un espejo cóncavo
en estos países donde los hombres
son malos y buenos –como dicen los niños-
y uno no sabe quién es
porque en ninguno puede reconocerse

es un terror el mundo sin límite de mi cabeza
sin un lugar exacto para descansar
con los ojos cerrados
la tranquilidad de su paisaje.

Te quiero para no pensar en la muerte
y sólo sea ésta una sucesión en el espacio
las pequeñas fugas de la luz.

para no creer en la soledad de la tierra
como una nave oscura vagando por lugares desiertos
porque si uno piensa en la muerte
es porque cree en el olvido
y nunca voy a saber quién soy
si dejo la eternidad de los espejos

Te quiero para romper las ruinas circulares
de los días extraños y sentir
que tus ojos están en todas partes
esperándome, esperándome
porque uno se inventa unos ojos y apareces:
yo he visto tus ojos en las hormigas
en una gota de lluvia y en el silencio
tus ojos y mis ojos son una coordenada
del triángulo de la muerte
delatan la oscuridad
el pozo negro donde caigo
en una trampa de musgo
y no puede ser casual esta corrupción de la mirada.

Te quiero porque fuera de aquí
la existencia no tiene misterios
y lo inesperado está sólo en lo poseído.

[Reina María Rodríguez - Zona de confianza]