A veces siento los aeropuertos.
Continuos vaivenes de flujos anunciados por megafonías estruendosas.
Estrés, confusión, prisas, espera, frustración, café.
Vidas resumidas en maletas anónimas y tratadas con desdén.
Sonrisas, besos, lágrimas. Bienvenidas y despedidas.
La torre de control atosigando y poniendo trabas.
Salidas, llegadas. Tierra, aire. Gris, azul.
Despegues esperanzadores y aterrizajes forzosos.
Me pasé el día sintiendo los aeropuertos.
Estoy intentado encontrar las palabras
que te cuenten lo que me pasa
cada vez que lo escucho
cuando las encuentre
serán todas tuyas
casi como yo...
impotencia, ansiedad, melancolía
enojo, desconcierto, deseo, intensidad
me pasé el día sintiendo los aeropuertos
[Piratas - Ansiedad]
10 enero 2010
Días de papiroflexia
Dos candiles rasgan la penumbra sellando la bodega de sabores.
De cabeza a la alberca, copa en mano, no hay resaca de otros labios.
Son tan fuertes las riendas de acero que la piedra entrega su cara labrada.
La sábana se abre y el viento le habla del frío que despierta la calle.
Se arropa sobre lechos de papel de aluminio y sueña que no se ha ido.
Observa, callada, arriba, las gotas servidas y no se inmuta pero los ama.
Las lunas transparentes muerden viveros de agua y resopla de alivio el viento helado.
Una suave gasa de luz envuelve el habitáculo y se desvanece el carmín recién quemado.
Cuando es hilo la voz de blanca el pozo se llena de una uva caprichosa.
Se siembra la tierra de péndulos, de muñecas y se afilan las pestañas.
Y por un tiempo no se detiene el enroque de esfera y vacío...
y la paradoja asoma por instantes: querer lo que no se quiere.
De cabeza a la alberca, copa en mano, no hay resaca de otros labios.
Son tan fuertes las riendas de acero que la piedra entrega su cara labrada.
La sábana se abre y el viento le habla del frío que despierta la calle.
Se arropa sobre lechos de papel de aluminio y sueña que no se ha ido.
Observa, callada, arriba, las gotas servidas y no se inmuta pero los ama.
Las lunas transparentes muerden viveros de agua y resopla de alivio el viento helado.
Una suave gasa de luz envuelve el habitáculo y se desvanece el carmín recién quemado.
Cuando es hilo la voz de blanca el pozo se llena de una uva caprichosa.
Se siembra la tierra de péndulos, de muñecas y se afilan las pestañas.
Y por un tiempo no se detiene el enroque de esfera y vacío...
y la paradoja asoma por instantes: querer lo que no se quiere.
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