29 diciembre 2010

Somos dos al mismo tiempo.



Siempre.

Continuamente.

Somos como dos al mismo tiempo.

Somos lazarillos de la fuerza más grande y ciega que nos integra: el ego.
Sacamos a pasear a nuestro ego, le damos tirones si se para y desea algo para poder seguir andando.

Y lo tratamos con suavidad y dulzura porque, al fin y al cabo, forma parte de cada uno de nosotros y debemos amarlo también.

Y, de esta forma, procedemos para que se siente tranquilo y no corra o se agite nervioso, para que guarde silencio, para que no ladre porque no hay nada que temer, para que se agite y supere el miedo y, así, proteste porque nos comen el terreno...

Como lazarillo tenemos compasión por él, por nuestro ego, y nos reímos de sus impulsos, nos avergonzamos, nos arrepentimos, nos enorgullecemos, nos aliviamos...

Aprender a verlo es aprender a vernos, saber llevarnos.

Nosotros sí vemos. Y aprendemos. El ego no.

El ego lo quiere todo. Y sólo para él. Sólo satisfacción. Sólo por su interés.

Cuanto mejor compañeros de nosotros mismos seamos, mejor nos irá. No hay que buscar fuera. Todo está dentro de nosotros. Es cuestión de nuestra actitud y nuestra pericia como lazarillo.

Somos lazarillos de nosotros mismos.

Somos dos al mismo tiempo.

[Pintura: Antoni Tàpies]