Una ola nunca dice adiós.
Es, saluda y muere
en su propia esencia.
¿Domar las olas?
¿Capturarlas?
¿Querer salvar su espuma
dispar y volátil?
La ola la quiero
para impregnarme en su humedad,
pegarme a su salitre,
mecerme en su vaivén,
disolverme y decantar,
flotar y acompañar su abrazo.
¿Hay sabor sin paladar?
El ser sólo mana en su medio:
alma al mar.