En los aeropuertos, donde paso la mayor parte de mi vida, tengo mucho tiempo para observar a la gente. Veo parejas furtivas presas del instinto más primitivo de todos, hombres de negocios estresados por jefes a su vez estresados por otros jefes, madres que deben conciliar sus obligaciones laborales con la cría de la prole. En la mayor parte de los casos, es gente vulnerable que no sabe realmente qué les pasa por dentro.
[...] me apena descubrir que, a veces, perdemos esa capacidad de amar y esa curiosidad inicial apasionadas. “No es la muerte lo que nos iguala con el resto del mundo; solo nos iguala el amor, cuando surge y desarma” advierte Elsa Punset.
¿Es fiable nuestra percepción?
Si nos perdemos, acabamos dando vueltas sobre nosotros mismos. ¿Por qué? Científicos alemanes han podido comprobar mediante un experimento que hacen falta algunas pistas esenciales para caminar en línea recta sin perderse.
Claro, ya sabíamos que cuando se tiene la Luna, el Sol o una montaña enfrente —en otras palabras, algún punto de referencia, además de querer caminar en línea recta—, era relativamente fácil conseguirlo: bastaba con seguir el punto de referencia si era visible.
Ahora bien, yo les pido a mis lectores que cierren un instante los ojos e intenten imaginar una situación en la que han tomado la decisión irrevocable de ir en línea recta hacia delante sin punto de referencia alguno: en plena oscuridad y con los ojos vendados, para no ver ningún resplandor que pueda servir de guía. ¿Saben lo que va a ocurrir? Van a descubrir que para seguir adelante en línea recta hacen falta estrategias cognitivas adicionales, sin las cuales van a acabar dando vueltas sobre ustedes mismos.
[...]
Si resulta que para una cosa tan simple como caminar en línea recta no nos podemos fiar de nuestros mecanismos de percepción, que por sí solos no van a llegar a ninguna parte [...], ¿cómo vamos a podernos fiar a la hora de tomar decisiones más trascendentales como salir de viaje, casarnos o cambiar de trabajo? Obviamente, no basta con aceptar o rechazar estas disyuntivas. Habrá que pertrechar esas decisiones con estrategias cognitivas adicionales. Y eso es, justamente, lo que no quiere hacer mucha gente.
Si no queremos acabar dando vueltas sobre nosotros mismos, o sobre el mismo problema que nos estuvo atenazando durante tanto tiempo, será preciso aportar puntos de referencia nuevos tan grandes como la Luna, el Sol o una montaña. Cuando emocional o cognitivamente hayamos tomado una decisión —me caso o no me caso, cambio o no cambio de trabajo—, el grupo de científicos alemanes con cuyo experimento iniciaba esta columna nos está sugiriendo que eso no es más que el comienzo. Para no acabar dando vueltas sobre uno mismo hay que hacer muchas más cosas.
http://www.eduardpunset.es/
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