06 junio 2010

Acariciando aceras - 42



Más allá del viento
que nos agita este vaivén
hay la nada
acariciando un muro andaluz
como la luna
envidiosa de su blancura humilde
cal viva
mañanas en el pueblo
tapia vestida
de esqueletos que llaman geranios
honestos
sin pretensiones
como el tiempo
en las caricias que fueron
en las palabras que caen
como astillas de piedra.

Más allá de este viento
que nos peina el verano
está la nada densa
agazapada en madrigueras
de siglos
y espera como un roedor
diminuto, asustado
por aquello que vendrá
sin avisar
ajusticiando
sin más

Más allá de ese viento
que azota y lame
está el tiempo
péndulo en la bruma
sobre el río de leche
de paso lento
tozudo y embustero
que te salpica en el espejo
que ni va, ni viene
está
siempre
muy dentro
como un parásito
en las cuencas de los ojos
dando sentido al vacío
a la ausencia
cuantificando la espera
para después
echarte
cuando, por fin, estás

Más allá de aquel viento
animoso y fresco
hay un muro
blanco de tanta nada
dando sombra al momento
que nos separa
mientras espera

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