05 abril 2011

Semilla en el vacío



Me mancha
el blanco del lienzo
Me grita
el verso en su silencio

Me suelto las riendas
ensancho la espalda
ser cáscara del agua
fluir sin rodeos

Se mojan mis alas
y se me agrieta el alma
si conquisto mis lugares
y no me veo

Bajo mi piel
quiero acumular riquezas
no vuelo en cualquier azul de cielo
no navego en todos los mares
en calma

Disparo
me arrastro por el barro
trago polvo
pongo el corazón en juego
me expongo
me retuerzo
me hieren
me exprimo
me hiero

Proyecto mis obras al centro
de la esencia
donde me hallo gritando
de morir viviendo

Practico mis artes
que en mi bosque arden
mil caballos envueltos en fuego

Mis palabras
abrazadas
no son las de cualquiera

Mi corazón catapulta
los anillos de Saturno
el rojo eterno de Marte
los valles de Venus

Alimento mis hogueras
en cada luz de luna
mis labios como espadas
astillas de armadura
ranuras de deseo

El lobo
en la densidad del bosque
muerde su tanque de instinto
lanza aullidos como balas
que nunca son de fogueo

[Ilustración: Víctor Marín González]

03 abril 2011

Escuchando los ríos de la plata - 02



Levanta el telón y sal
Anda junto a tu intuición galopante
Sé tu voyeur, siéntete en cada instante
Entrega los pies a tu sangre, no pienses de más

Grabando mi nombre en una bala - 69



Los Cuatro Acuerdos son:

Sé impecable con tus palabras.
No tomes nada personalmente.
No hagas suposiciones.
Siempre da lo mejor de ti.

[Miguel Ruiz]

[Pintura: Agnès Mateu]

El dolor, la salvación, la conciencia.



Donde no hay cámaras no existe la historia, pero sucede a veces que las cámaras muerden y mastican más historia de la que pueden tragar, son incapaces de digerir dos grandes tragedias simultáneas. Le pasa también al cuerpo humano: nunca duelen dos cosas a la vez. En el cerebro se concentra el dolor principal, que anula todos los demás. Estos días las cámaras se están volviendo locas a la hora de elegir entre el maremoto de Japón y la insurrección de Libia. Mientras devoraban primero la tragedia nuclear de Fukushima, donde el rabo ardiente de Satanás comenzó a liberar ponzoña radiactiva, el tirano Gadafi bombardeaba a su pueblo impunemente a mansalva sin testigos. Las cámaras se hallan indecisas todavía. La revuelta de los países árabes tiene una estética de botellón. Es la revolución de Internet. Por primera vez la información, que a lo largo de la historia había sido manipulada siempre desde arriba por el poder, es generada hoy desde el fondo de la sociedad cohesionada a través del móvil. Con solo agitar un dedo sobre un ínfimo teclado en tres segundos se puede mandar para consumo de todo el planeta la imagen de un niño destripado por un misil amigo o enemigo, y bastará ese mensaje para que los internautas, los nuevos protagonistas de la historia, convocados a una plaza para beber litronas y bailar el rock sean invitados a levantarse en armas contra los tiranos, pero su cólera puede disolverse como una llamarada en el vacío y quedar en nada. En cambio, de la tragedia de Japón serán ya perennes, tal vez, dos imágenes que podrían constituirse en un símbolo de nuestro destino. En una de ellas se ve al emperador de rodillas, frente a las víctimas del desastre nuclear, sentado sobre sus propios talones, las manos juntas en una mutua plegaria taoísta; en otra aparece un japonés anónimo en el tejado de su casa derruida, solo en medio de una destrucción insondable que se pierde en el horizonte. Parece que este hombre es el último habitante que ha quedado vivo en la tierra. Está sumido en una honda meditación. Firme, asombrado, fatalista, su espíritu indomable está aislado de la catástrofe que le rodea. Sabe que la salvación depende solo de su conciencia convertida en eje de acero de todo su cuerpo. Este japonés solo en el tejado es todo el universo.

[Cámaras - Manuel Vicent]

[Pintura: Henri Matisse]

31 marzo 2011

Pregunto qué es lo que quiero dar



Las horas sucedieron como era previsto que iban a ser,
luces que se encienden, parece que alguien lo ha escrito así.
Me quedo en el borde, estoy sentado y sin hablar,
te veo a mi lado y me recorre el humo por encima
y yo...

Empiezo a comprender, sólo estábamos tú y yo.
De fondo historias que alguien contaba en la habitación.
Extrañas voces, algunas veces no escuchaba nada más.
Y después dejé el control, dejé el control de todo.

Me aíslo por completo, consumo mi tiempo en recordar.
Suspenso, miro al techo. Pregunto qué es lo que quiero dar.
Te cruzas en el centro y el humo se extiende por encima
y yo...

Empiezo a comprender, sólo estábamos tú y yo.
De fondo historias que alguien contaba en la habitación.
Extrañas voces, algunas veces no escuchaba nada más.
Y después dejé el control, dejé el control de todo.

Todavía estoy ensayando para estar preparado
en el momento en que me atreva a dirigirme a ti.

Todavía estoy ensayando para estar preparado
en el momento en que me atreva a estar cerca de ti.

Extrañas voces, algunas veces no escuchaba nada más.
Y después dejé el control, dejé el control de...
Extrañas voces, algunas veces no escuchaba nada más.
Y después dejé el control...

[Second - Horas de humo]

Suena el silbato de vapor - 15



Vacío
nada te toca
todo te traspasa

Vacío que es todo

Vacío donde hay todo
todos los polos a pares
iguales de intensos
que se anulan

Vacío hijo de soles y tormentas
que espera y reinicia la cuenta

Vacío que me llena de principio a fin
mientras yo me vacío de fin a principio

[Fotografía: http://almablog.blogspot.com]

Suena el silbato de vapor - 14



Partido en dos
dos partes y un vacío en medio

Las dos iguales
y distintas
Las dos
con distinto dulzor
agonizan ácidas

Las dos para mí amargas

Las dos en el mar
cada una en su mar
de distinta agua
de distinto salado

Dos parecidos a mí
separados por un vacío
no hay operación posible
no se suman ni se restan
no se multiplican
no se dividen

Entre ellos hay nada

Partido en dos trozos
y un vacío que los une

Dos y un vacío
que no se separan

Suspendidos
entre el suelo y el cielo
flotando
lejos de todo
en el centro de un mundo loco

Sin nada que alcanzar externo
nada que me circunda
que me lleve
que me mueva o que me eleve
que me acaricie o que me agreda
el código Morse de mi vientre
o la ausencia presente en mi cara

Partido y firme
sin temor a que algo me hunda

Soy dos fragmentos iguales a mí
y no soy ninguno de ellos

Soy el vacío
que los mantiene unidos
y a la vez los separa

[Fotografía: Gregory Colbert]

30 marzo 2011

Hay que quemar el cielo si es preciso por vivir



Le he preguntado a mi sombra
a ver como ando para reírme,
mientras el llanto, con voz de templo,
rompe en la sala
regando el tiempo.

Mi sombra dice que reírse
es ver los llantos como mi llanto,
y me he callado, desesperado
y escucho entonces:
la tierra llora.

La era está pariendo un corazón,
no puede más, se muere de dolor
y hay que acudir corriendo
pues se cae el porvenir.
En cualquier selva del mundo,
en cualquier calle.

Debo dejar la casa y el sillón,
la madre vive hasta que muere el sol,
y hay que quemar el cielo si es preciso
por vivir.
Por cualquier hombre del mundo,
por cualquier casa.

[Silvio Rodríguez - La era está pariendo un corazón]

29 marzo 2011

Transeúnte - 10



No existe el tiempo
ni el acontecimiento

La vida no pasa

¿Qué es lo que transcurre fuera?
Nada a mi alrededor baja o sube

Soy yo
el que me ilumino o me quemo con el sol
el que me ahogo o me refresco con la lluvia
el que juego o me hielo con la nieve
el que me ciego o surco el cielo montado en una nube

[Fotografía: Gregory Colbert]

28 marzo 2011

Grabando mi nombre en una bala - 68



El trabajo hecho no servía de nada: cada comienzo era un nuevo punto de partida, y el lienzo o la hoja de papel frente a los que se quedaba hechizado y abatido estaban más vacíos que nunca. Una primera línea prometedora, pero muy insegura, una horizontal que podía ser la de una mesa sobre la que reposaba el frutero o la de una distancia marítima imaginada al fondo de su ventana de Madrid. Una iluminación inminente que se deshacía sin rastro en puro abatimiento. Y sin embargo, no sabía cómo, el cuadro empezaba a surgir, o el poema a escribirse, persistiendo por sí mismos, con un empeño en el que no intervenía del todo su voluntad debilitada por el escepticismo y por el simple paso del tiempo.

[Antonio Muñoz Molina]

[Fotografía © Sarah Franco Alves]