19 marzo 2011
El cuento de la luna, la princesa y el lobo [1]
Nuclear
Es el prado fino
color verdemar
alfombra de tantos ruedos
el que lamenta contaminado
la fusión en la central
amalgama que engancha
y ninguna parte distingue
cinta sin fin que no cesa
retuerce venas
enreda, confunde
y ondea a sus anchas
abril de feria
animales y carromatos
riendas y enganches
al desasosiego de un trote
que quiere el galope
y derrapa en las afueras
sobre escombros del ensanche
Imán
Naturales, neutros
agudos, directos
opuestos que excitan
cohesionan, seducen
en constante gravitación
a las habitaciones con redes
a los calles con sábanas
a los árboles con bancos
Miradas
sin ojos impermeables
cuerpos
sin cristales estancos
que se esculpen
en el tótem de los amantes
en la espiral de una letra
y una canción
que cimbrea la hierba del paisaje
El empuje de la gloria obligatoria
[Acrónimo: e.g.o.]
El mar profundo
en el que el corazón
hundo y giran la nubes
Noria
de alegorías negras
que se hostigan
y rastrean lo mismo
Se engarzan las hebras
de achares, afeos sin gracia
contiendas
ofertas finas
que brotan de los guarismos
del mando a distancia
Mar que calmado
el cielo toca
y cae de la bruma
espesa y rota
revuelca sus olas propias
para prenderlas en llamas
engulle todo lo que flota
escribe cataclismo
con conchas y espuma
hace sonar su trompeta
agranda su calado
señala la luz que no penetra
en la oscuridad de su abismo
No cabe el mar en una maleta
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