27 abril 2011

Sobreviviéndome



Asumo tu desaparición. Recojo tus recuerdos en un ramillete de ausencia y lo clavo en mi pecho como broche final. Final. Sabes cuánta gracia nos hizo siempre esta absurda palabra. Final. Sembrados en cualquier final aspiramos al futuro como una sombra aspira a la luz en el amanecer.

Asumo que tu boca perfilada de verso sangriento no va a venir a besarme nunca más. Que las huellas calientes de tus labios no recorrerán el firmamento de mis piernas abiertas. Nunca más.

No sé a qué viene repetirlo todo de nuevo, de diferente manera, no sé para qué te reclamo desde esta perdición que me extravía entre todos los pensamientos que me conducen a ti, ángel, ángel inenarrable. Ángel invisible que riegas con tu intangibilidad cada metro cuadrado de presencia que habita mi cuerpo, mi fracaso, mi derrota. No. No lo sé. Y aun así abro la boca, la mano sólo para continuar describiendo que echo de menos haberte amado para siempre, que echo de menos haberte guardado en una cajita de silencio donde pronunciarte en susurros cada día, cada puto día de esta vida que me consume...
Que echo de menos haberte abrazado sin miedo mientras nos lanzábamos a la boca abierta del precipicio.

No sé por qué este cuerpo de niña sigue sin crecer ansiando los recovecos de tus alas imposibles. Ni qué sentido tiene que siga existiendo en este maremágnum de palabras sin vida que llevar a cabo.
Asumo que tu sonrisita de suficiencia malévola e infantil no va a rescatarme de la tragedia de sobrevivirte. Que mi pesadilla intermitente de recordarte, olvidarte, soñarte sólo concluirá si algún día consigo finalmente morir.
Me duele existir sin la presencia escalofriante de tu cuerpo rodeando el infinito de mis gestos, el sinsentido de mi nacimiento. Me duele existir si tu voz no me acuna en un lecho de palabras trenzadas que me prometan tu regreso. Tu regreso.

Echo de menos haberte salvado de una vez por todas sobre la ola náufraga que nos aupaba sobre todos los mundos posibles. Echo de menos haberte estrujado en un abrazo inconmensurable producto del cual nuestros corazones exprimidos hubieran teñido el mar de delirio, imposibilidad y sentido definitivo.
Te echo de menos tanto como si algún día, realmente, hubiéramos estado juntos, juntas. Como si algún día se hubiera producido el encuentro...

Asumo que nunca vas a comerme de un bocado de lujuria incontrolable, que nunca ejecutarás el paso de baile que te saque de la tumba que te encarcela en el cielo. Arrodillada frente a tus latidos, asumo que nunca volverás para cumplir la promesa. Que nunca abortaremos el hijo que nos narre...

Te amo tanto que sería capaz de renunciar a mi amor por ti, sólo por volver a mirarte una vez más a esos ojos de taquicardia, a esos ojos de misterio irresoluble...

[Ojos de taquicardia - Alberto Trinidad]

2 comentarios:

Gabriella dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Víctor Marín dijo...

Tan bella como dolorosa es tu frase: 'Quedarme conmigo sin ti'.

¿Hay algo más que añadir?

Un abrazo, Gabriella.