Un día me empeñé en cerrarlo todo bajo llave. Las cáscaras, el pelo, las uñas, el papel que había usado...
En una mano el hacha. En la otra, algodón.
Nunca se sabe cuando es el momento de cortar con todo y volar a ras de suelo.
En un cofre indescifrable.
Debajo de mi capucha.
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