15 marzo 2012

Hojas

Desde que comenzaron aquellos anuncios de Teletienda de cuchillos con nombres japoneses, adoro cortar y cómo se estimulan mis sentidos al realizar esos cortes tan limpios.

Con un buen tomate, por ejemplo. Duro, casi rojo, mediano. Lo coloco bajo mi mirada, sobre la tabla. Cojo el cuchillo de hoja de cerámica. Primero dos cortes precisos desde arriba, pasando por el centro de la pieza, trazando una cruz. Sssct. Sssct. Amo ese sonido: desliza suavemente por dentro y se interrumpe, seco, al contacto con la madera. Giro la mano sin soltar el tomate para finalizar con un corte en horizontal, paralelo a la superficie de apoyo. Suelto los dedos y caen, como una flor abriéndose, ocho hermosos trozos de rojo tierno y jugoso.

Después, lo mismo lo dejo ahí que lo tiro. Sólo como carne.

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